El dinero es un bien que todos necesitamos para vivir. Entre amigos y familia es común prestarlo o intercambiarlo. En el caso de que yo le prestara treinta euros a una amiga para que saldara sus deudas con otra amiga y quisiera que me los devolviera, actuaría de la siguiente manera:
Primero, en una ocasión en que nos veamos, le recordaría la cantidad que me debe. Si no obtuviera una respuesta, volvería a hablar del tema con ella, pero en privado. Le preguntaría de qué era la deuda y, con mucho tacto, le preguntaría si tiene problemas económicos. Intentaría comprender su situación y en caso de que tuviera dificultades para devolverme el dinero pronto por algún problema familiar o de otro tipo, esperaría. Sin embargo, si no tuviera ningún problema y no tuviera intención de devolverme el dinero, le explicaría que para mí treinta euros es una cantidad importante, ya que es prácticamente mi paga mensual, y que si no me lo devolviera, perdería la confianza en ella.
Siempre he devuelto el dinero que me han prestado lo antes posible y espero lo mismo de los demás. Por eso, este tipo de problemas de deudas entre amistades me resulta incómodo. No me gusta tener que recordarle más de una vez a alguien el dinero que me debe. Espero que lo recuerde sin que yo se lo tenga que decir continuamente.
Estos problemas con el dinero también son comunes en la familia. Muchas personas piden a sus padres que les ayuden a pagar su piso, y no todos están de acuerdo con el reparto de las herencias. Las herencias son un problema frecuente, ya que muchos familiares consideran que merecen heredar más que otros, lo que puede llevar a la ruptura de la familia.
Creo que todos deberíamos darle importancia al dinero, y cuando lo pedimos prestado, deberíamos devolverlo lo antes posible, tal como nos gustaría que hicieran con nosotros. Además, deberíamos priorizar la familia y la amistad por encima del dinero.
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