Viajar es un privilegio, al cual no todo el mundo tiene acceso. Aun así, a lo largo de los años, se ha vuelto algo mucho más común en la sociedad. A pesar de que me encanta la idea de conocer diferentes lugares del mundo, personalmente, nunca he viajado mucho. Al ser una familia de cinco, más un perro, siempre ha sido difícil organizarnos para poder viajar. Sin embargo, sabíamos que en el caso de viajar a algún sitio, iríamos a París.
El sueño de mis dos hermanas, siempre había sido ir a París. Yo, al contrario, opinaba que si teníamos la oportunidad de viajar, deberíamos aprovecharla e ir a un lugar mucho más lejano y exótico. La semana santa del año pasado, tuvimos la oportunidad perfecta para ir, ya que el hermano de mi tío que vive en París, quería visitar Bilbao, y nos ofreció hacer un cambio de casa.
Así que dejamos al perro con una amiga y nos pusimos rumbo a París. Vivimos durante una semana en una casa enorme con vistas al Arco del Triunfo.
Visitamos absolutamente todos los lugares más famosos de la ciudad del amor y no pisamos prácticamente la casa. Anduvimos por todas las calles y nuestros días se resumían en levantarnos temprano, hacer cinco bocatas para el resto del día y pasear. Lo más impresionante de todo el viaje no fueron los monumentos sino el hecho de que en una semana no discutimos ni una sola vez, lo que es absolutamente increíble.
A pesar de que empecé negativamente el viaje, acabó siendo una de las experiencias más bonitas y especiales que he tenido. Además, el viaje a París, despertó en mí una ambición a seguir viajando y a querer conocer lugares nuevos. Es por eso, que a día de hoy, aspiro a morirme habiendo conocido Egipto, Tailandia, Madagascar y muchos más lugares a través del mundo.
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