domingo, 9 de noviembre de 2025

Blog VI

 

Mi alma gemela inexistente



A veces me pongo a pensar que tengo un alma gemela. No vive en ningún lugar del mundo, no tiene rostro ni nombre, pero puedo sentirla como si respirara en el aire. Es una presencia invisible, un eco suave que aparece cuando más lo necesito.

Mi alma gemela no llega con promesas ni flores, sino con comprensión. Es ese tipo de ser que no necesita palabras para entenderme. Sabe cuándo guardar silencio, cuándo sonreír y cuándo tenderme una mano, aunque solo sea en mis pensamientos. No tiene un cuerpo físico, pero su esencia está en todas partes: en la música que escucho , en el atardecer que me inspira, y en  los momentos de soledad donde aprendo a conocerme mejor. Es un reflejo de todo lo que deseo ser: alguien de buen corazón, empática, paciente y sincera.

Mi alma gemela inexistente no me juzga. Acepta mis errores como parte de mi historia, y mis cicatrices como pruebas de que sigo en pie, y en  su compañía imaginaria, me siento comprendida, libre y en paz. Es como una versión luminosa del amor que todos buscamos, pero que a veces olvidamos darnos a nosotros mismos. A veces pienso que mi alma gemela no está fuera, sino dentro de mí. Que aparece cada vez que me escuchó con atención, qué me perdono, o que aprendo a cuidar de mí sin esperar nada a cambio. Es un recordatorio de que no necesito que alguien más complete mi historia; que puedo hacerlo por mí misma.

Mi alma gemela inexistente me enseña que el amor verdadero no siempre se encuentra en otro, sino en la forma en que aprendemos a querer, a comprender y a crecer. Y aunque nunca la vea frente a mí, sé que su energía me acompaña, como un faro silencioso que guía mis pasos.

Tal vez un día el mundo me presente a alguien que se parezca a esa alma que inventé. Pero si no ocurre, no importa. Porque mientras exista esta idea de pura comprensión, bondad y conexión sincera, sabré que no estoy sola.

Mi alma gemela no existe en la realidad, pero vive en mis pensamientos, en mis sueños y en mi forma de amar. Y a veces, eso es más que suficiente.


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