A veces, no sabes cómo empezó el proceso de atracción, simplemente pasa. Desde una persona que ni siquiera te conoce personalmente, hasta una con la que simplemente compartías una relación de amistad. De repente empiezas a darte cuenta que te importa más de lo que pensabas: te acuerdas de cada detalle, las cosas que te dice, sus gustos, su sonrisa, cómo te hace sentir...
Al principio, es como si hubieses desarrollado un nuevo estilo de vida: se siente como si te hubiesen dado un chute de energía, una razón para levantarte todas las mañanas. De todas formas, cuando pasa el tiempo, puede que sientas que pierdes el control de tu vida, como si tu estado de ánimo dependiera de las acciones de otra persona.
Aquel inocente "crush" puede concluir en una dependencia emocional que te consume poco a poco por dentro y que no solo te hace daño a ti, sino también a la otra persona. Lo que empieza como un secreto lleno de ilusión e incertidumbre, acaba en ansiedad y necesidad de atención constante.
Igualmente, tener que pasar por lo último que he mencionado es parte del viaje, y bajo mi punto de vista, merece la pena completamente si así consigue uno experimentar el amor romántico. Nos muestra la ilusión de esperar a "ese" momento del día, o la incertidumbre del "qué pasará cuando le vea". Obviamente, si el sentimiento no es mutuo, indiscutiblemente te espera un viaje lleno de aprendizajes que, a medida que pasa el tiempo, te enseñaran a dejar ir y a seguir adelante.
Como bien sabemos, un 'crush' es una persona por la que sentimos una atracción romántica intensa, aunque generalmente es pasajera, y eso - en mi opinión - muchas veces da paso a futuras conexiones mucho más profundas y sanas.
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